Es muy común creer que para mejorar la calidad del aprendizaje se hace necesario implementar soluciones educativas de punta, entendiéndose por estas, la utilización del computador, la televisión, la multimedia y la Internet, aún cuando para ello, no se realicen las disposiciones necesarias y se implementen de cualquier manera; pero es bien sabido que el uso de las TICs, por si solas no va alcanzar tales expectativas, es importante reconocer que las TICs pueden contribuir a que los estudiantes logren las metas propuestas en los currículos, además de ser poderosos instrumentos de innovación pedagógica y organizacional, que pueden potencializar la capacidad de aprendizaje, mejorar cualitativamente la calidad del proceso educativo; pero que sin la transformación del papel tradicional del docente hacia funciones de orientador de procesos de aprendizaje más individualizados e interactivos, no contribuirán en mucho a cambiar la práctica pedagógica tradicional.
La enseñanza basada en problemas, podría ser de gran utilidad en estos tiempos de incertidumbre, sin desconocer que es una de las metodologías de enseñanza más complejas en cuanto a que es necesario conocer al estudiante, su desarrollo como ser humano, la etapa de desarrollo que está viviendo y el contexto en el que se encuentra inmerso, para proponer problemas ideales que le desarrollen las competencias adecuadas y necesarias que le permitan desenvolverse plenamente con actuaciones acertadas. Precisamente las TIC articuladas coherentemente en la escuela constituyen una ayuda importante para alcanzar estos niveles de aplicación de la enseñanza, implementadas eso sí, por un docente conocedor y competente quien ha cambiado su rol de dictador de contenidos por el de facilitador de interrogantes, espacios y tiempos para la construcción del aprendizaje.
Desde la perspectiva del manejo de los contenidos y las mediaciones, es importante considerar que existen profesores que pasan por alto algunos temas, otros que a veces los introducen de manera superficial o los transmiten en forma errónea solo para cumplir con el programa que le fue asignado, pero sin tomarse el tiempo para detenerse a explicar de manera concreta un poco más los interrogantes que surgen en los educandos; esta situación se agrava en los casos de los textos, las guías y materiales pedagógicos en general, no contribuyen lo suficiente para el cumplimiento satisfactorio de los compromisos, debido entre otras razones a la pobreza de contenido, a la obsolescencia producto del uso continuado, período tras periodo, sin ningún tipo de modificación. Esta situación o la carencia absoluta de ayudas didácticas en el aula, dificulta el logro de los objetivos específicos de las diversas áreas de formación, y sobre todo incrementa los niveles de insatisfacción de los docentes y estudiantes para con los procesos de enseñanza y aprendizaje.
En este orden de ideas, el camino hacia la formación integral puede caer en uno de dos extremos, o atiborra a los educandos de materiales y textos o se contenta con el poco material existente en la escuela. El docente debe tratar de superar cualquiera de estas situaciones con la automotivación y la motivación de los estudiantes que permita aprovechar al máximo las condiciones propias de cada institución.
De igual forma, problematizando experiencias alrededor del objeto de estudio, el docente da lugar a que el estudiante investigue bien sea solo o en grupo, y, ayuda a conseguir la respuesta, que no necesariamente debe ser la respuesta perfecta, sino que se permite una serie de acercamientos a la “verdad” reconocida socialmente, según el nivel en el que se encuentre el estudiante, lo que quiere decir que el error es admitido en clases y se dilucida el por qué se incurrió en el mismo.
Muchos docentes critican esta postura aduciendo que no existe el tiempo para darle a cada estudiante la oportunidad de aprender a su ritmo, de construir sus conocimientos cuando esté preparado para aprenderlos o que ésta es sencillamente una postura fantasiosa que no es posible asumirla en la realidad. Es un asunto de puntos de vista, si en lugar de asumir la asignatura desde los contenidos, la educación se basa en problemas y desde proyectos pedagógicos de aula, se puede abordar un sin número de contenidos y se estará ayudando a formar un pensamiento más complejo, que estrá acostumbrado a abordar las diversas situaciones desde una óptica incierta pero apasionante, en la cual el camino no está dado en su totalidad, sino que esta delineado y preñado de incertidumbre y contradicciones, más acorde con la vida real.
Por ende un docente motivador, que permite la interrogación, el diálogo, la cooperación y distribución de la búsqueda de información, la socialización de los hallazgos y la construcción del propio conocimiento, es el ideal para una época en que la información llena estantes y estantes, bibliotecas enteras de libros sobre una temática específica y el estudiante debe desempeñarse como competente buscador de información relevante para sus necesidades de formación y actuación. Es entonces indispensable reconocer que el docente debe garantizar que el estudiante perfeccione su búsqueda en el logro de sus ideales, es decir, de la elaboración de su proyecto de vida. Como dijera Nietzsche abordando el tema del rol del docente en “el porvenir de nuestras escuelas”: “que el maestro debe despertar en sus discípulos el desafío de que sean fieles a su destino”
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